sábado, 8 de enero de 2022

A propósito de la polémica surgida por la entrevista a Garzón en "The Guardian"

Vaya por delante que al Ministro Garzón le asiste todo el derecho del mundo a defenderse, a reclamar que se publiquen íntegramente sus declaraciones, aún sabiendo que la prensa por lo general recorta siempre lo que publica de una entrevista por cuestiones de interés y espacio, igualmente le asiste el derecho a precisar aún más lo que dijo o quería decir, así como aclarar que se refería a las macrogranjas y no al resto de explotaciones agrarias.

Dicho lo anterior, aquí lo más importante no es tanto tener la razón académica, que podría ser discutible, como el efecto que pueden tener sus palabras en un medio foráneo para competidores y ciudadanos también extranjeros que leen que la carne producida en las macrogranjas españolas es “de peor calidad”, “contamina” y además utiliza “prácticas de maltrato animal”. Es evidente que esto puede provocar un daño reputacional en el sector ganadero nacional, esto es, la posibilidad de pérdida o merma en la reputación de una organización de forma que afecte negativamente a la percepción que el entorno social tiene sobre la misma. Este daño reputacional puede producir una pérdida directa o indirecta del valor de una actividad.

Es por ello, que el Sr. Garzón debería saber que un ministro del Gobierno de España, no puede, ni debe, hacer declaraciones a medios extranjeros que puedan perjudicar por activa o por pasiva los intereses de las actividades económicas españolas, las cárnicas en este caso. Quizás sea por ello, que no ha encontrado otra cosa que críticas en el sector, ni siquiera ha contado con el apoyo de las organizaciones de quienes dice defender, las pequeñas explotaciones extensivas.

Corresponde a un ministro del Gobierno de España, promover las iniciativas políticas para controlar la actividad de las explotaciones, sean estas grandes o pequeñas, hacer cumplir las leyes, cambiar las mismas si estas no son suficientes, incluso prohibir o limitar el tamaño de las granjas. Si Garzón tiene constancia que las macrogranjas están contaminando el suelo y el agua, es obligación suya plantear las necesarias medidas para solucionar el problema, pero no ejercer la denuncia en medios extranjeros.

A raíz de este suceso, se ha abierto una gran polémica, al menos en las redes sociales, entre los que dan la razón a Garzón y se dicen contrarios a las macrogranjas, por una parte y todos los demás por otra, por no darle la razón al Sr. Ministro, más allá de matices y otras consideraciones que parecen no tener sitio en el debate.

No son pocos los especialistas en la materia que dicen que hay muchos más factores que influyen en la consecución de un buen producto cárnico, como por ejemplo, la alimentación de los animales, la raza de los mismos, los cuidados, etc..., de tal manera que no es el tamaño de la explotación lo único determinante. Hay explotaciones pequeñas con unos resultados de calidad mediocres y otras más grandes con mejores calidades.

Si todas las explotaciones fueran pequeñas, el precio de sus productos, solo estaría al alcance de unos pocos, además no sería posible producir toda la carne necesaria en explotaciones pequeñas y extensivas, salvo que estuviéramos también dispuestos a talar todo el bosque para dedicarlo a pastos, circunstancia esta poco deseable.

Salvo que queramos volver a los tiempos en los que la carne la comían siembre los mismos, con carácter habitual y los demás solo ocasionalmente, será preciso establecer un equilibrio entre producción, calidad y precio de los productos.

Pondré un ejemplo, en este caso del pescado, los que no somos ricos pudimos empezar a comer lubina, dorada y rodaballo solo desde que hay piscifactorías, ya sé yo que son mejores las doradas y lubinas salvajes, pero hay que poder pagarlas y además salvajes nunca habría para todos, otro ejemplo, porque se puede comprar un pollo ya asado por solo ocho euros, con seguridad no es porque vive suelto en el suelo y se alimenta de granos de maíz y lombrices.

No estaría de más clarificar los términos, macrogranjas, ganadería intensiva y extensiva, porque a diferencia de lo que algunos plantean, no solo hay macrogranjas y ganadería extensiva, la mayoría de la carne que comemos proviene de granjas intensivas que no son macrogranjas y sin embargo este elemento se silencia por interés político.

La producción al por mayor, tiene ventajas e inconvenientes, abarata los precios, permite producciones mayores, si bien su calidad no será la misma que la de la ganadería extensiva, por el contrario permiten acceder a su consumo a amplísimos sectores de la población, que de otra forma no podrían. En este punto no conviene olvidar que el 26% de la población española está por debajo del umbral de pobreza y el 9,5% en pobreza severa.

El debate sobre la alimentación, la producción de alimentos, la forma de producirlos es importante, pero para que no sea inútil, hay que salir de las trincheras justificativas y darle también al problema una dimensión internacional, no se trata solo de que sigamos comiendo, mejor o peor, los que ya comemos.

Andrés Hidalgo

2 comentarios:

  1. Andrés acertada exposición sobre la inoportunas declaraciones de un ministro y como bien ha dicho alguien cuando el diablo no tiene nada que hacer.....

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  2. Gracias por esta exposición clara y equilibrada. Para mí, el único error del ministro ha sido abrirse a los ingleses, que no nos adoran precisamente

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