Por primera vez desde el restablecimiento de la
democracia, la izquierda alternativa no estará en las elecciones, su lugar será
ocupado por ese populismo que afirma que de lo que se trata “No es reinventar la izquierda clásica, sino
una nueva forma política (ni de izquierdas ni de derechas) que hace política de
otra forma y que viene a ocupar el lugar de la antigua izquierda. Porque esa
antigua izquierda ya no vale”.
No estamos por tanto frente a una
reestructuración de la izquierda, el acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida no
es un frente de izquierdas, como gusta decir a algunos de los partidarios del
pacto, ni una versión actualizada del Frente Popular, estamos simple y
llanamente ante la supeditación de la izquierda al populismo.
Se sustituyen las propuestas y
los valores de izquierda por
subjetividades vinculadas al estado de ánimo que se intenta generar y
generalizar; así con una correlación de fuerzas que no es decididamente favorable
a la izquierda se lanza el "ahora o
nunca" que para el populismo no es solo un eslogan, es una estrategia que
sustituye el programa, es su razón de ser, hacer creer que es posible salir de
todos los problemas de la noche a la mañana simplemente con confiar ciegamente
en una opción que sabe lo que queremos y necesitamos.
Se trata de encauzar el malestar y la indignación en
beneficio de una opción política no de un programa político, por ello se habla
de “las clases medias proletarizadas”, “los jóvenes emigrados” y los
“adolescentes enfadados”, colectivos que desagregados no tienen otro objetivo
que volver a la situación anterior a la crisis. Se evita de manera intencionada
situar el debate y las alternativas dentro del conflicto capital-trabajo y la
necesidad de globalizar los interés de clase, recurriendo igualmente a
identificar colectivos que por separado no presentan en sí mismo nada “precarios”,
“parados de larga duración” y “damnificados del último ERE” dejando al margen
al resto de la clase obrera y sus sindicatos al considerarlos parte del
sistema.
Se apela al momento histórico, a
la urgente necesidad y a lo excepcional de la coyuntura, para justificar los
aspectos menos aceptables y más incomodos del pacto, precisamente los que
evidencian que no es un pacto de izquierdas ni entre iguales sino una absorción
con una clara voluntad instrumental.
Un pacto que es programáticamente pobre y que no incluye
elementos tan justificados desde la
izquierda como la reducción de la jornada laboral, la derogación de los
artículos del código penal que criminalizan el derecho de huelga, el
restablecimiento de la causalidad en la contratación y las anteriores indemnizaciones
por despido improcedente, la creación de un parque de vivienda pública en
régimen de alquiler social, una tributación igual para las rentas del trabajo y
del capital, la desaparición de las SICAV, la supresión de la asignatura de religión, la eliminación de la financiación pública de
la Iglesia y la exigencia a la misma del pago de impuestos, la nacionalización
de sectores estratégicos de la economía privatizados en las últimas décadas o la
ordenación federal del Estado, en suma, no se recoge todo un elenco de
propuestas que dan sentido y contenido a nuestra razón de ser.
Un acuerdo que incrusta
únicamente algunos candidatos de IU en las listas de Podemos, casi
exclusivamente en puestos y lugares donde ellos no consiguieron alcanzar el acta de diputado, esto es, IU no
tendrá prácticamente diputados si no se consigue sumar y aumentar los votos
alcanzados por separado, circunstancia esta improbable a tenor de lo que dicen
hoy las encuestas, de igual forma IU quedara prácticamente invisibilizada en la
próxima legislatura al carecer de grupo parlamentario propio.
Claramente el gran beneficiario del
compromiso es Podemos que fracasando en los tres objetivos que se marcó antes
de las elecciones del 20D, hacer desaparecer a Izquierda Unida, superar al PSOE
y disputarle la mayoría al PP, tiene una nueva oportunidad para continuar con
la misma hoja de ruta, los mismos fines y por el mismo orden, teniendo así
asegurado ya el primero.
La gestión realizada por Podemos de
los resultados del 20D en estos cuatro meses no deja lugar a dudas, apostar por
la repetición de las elecciones buscando una segunda oportunidad, aun sabiendo
que dicha oportunidad lo es también para el PP. Tan evidente ha sido que los
intereses de quienes decía representar se han supeditado a la estrategia del grupo
dirigente que en este tiempo han pasado de mejorar en las encuestas a perder
importantes apoyos y no tiene más remedio que buscar en el granero de IU los
votos que le permitan tapar parte del desaguisado que ellos mismos han
protagonizado.
Si en esta campaña electoral la
derecha y sus medios afines consiguen que el debate gire en torno a lo ocurrido
en los últimos cuatro meses en lugar de los últimos cuatro años, ya tendrán bastante
ganado. El PP parece que consigue salir sin grandes costes de su falta de
iniciativa en este tiempo, poniendo nuevamente en valor que en momentos
difíciles lo mejor es no hacer nada y esperar.
Ciudadanos parece que sacaría más
provecho al acuerdo con el PSOE que este último, la media de las encuestas
publicadas así lo ponen de manifiesto, mientras que el PSOE tendría algunos costes
derivados de una excesiva inclinación a
la derecha al menos entre los votantes de izquierda.
Cabe pensar que las variaciones
en los resultados no serán muy grandes, si bien, para romper un cierto empate
no se requiere importantes oscilaciones.
Así las cosas, ¿qué podemos
esperar? que se repitan los resultados y tengamos los mismos problemas ya
conocidos donde los partidos “del cambio” se demuestren incapaces de alcanzar
soluciones, que las pequeñas variaciones
que las encuestas hoy pronostican, permitan un gobierno del PP con el apoyo de
Ciudadanos, o quizás que se produzca el famoso sorpasso y que la candidatura de
Podemos con el apoyo de IU adelante al PSOE.
Reconociendo la legítima
aspiración de todas las fuerzas políticas a ganar las elecciones y alzarse con
la mayoría, alguien cree que de producirse el sorpasso y después de lo ocurrido en los últimos cuatro meses, el PSOE aceptaría
la vicepresidencia que ya le ha ofrecido Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. Posiblemente
el camino más rápido a la gran coalición o a un gobierno del PP y Ciudadanos en
minoría no sea otro que el de transitar por el tan traído y llevado término
italiano.
Es por ello, que no está nada
claro que las perspectivas que se abren con esta repetición de elecciones nos
lleven necesariamente a mejor puerto, más parece un viaje a ninguna parte.
Andrés Hidalgo
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