En enero de 2016 escribí un artículo que titulaba “No dar
otra oportunidad al PP” y lo ilustraba con el mismo dibujo que hoy. Ahora, al
igual que entonces, se empieza a sentir en la izquierda ese malestar que
anticipa que todo puede ser peor y que es posible la repetición de elecciones. Así con una nueva convocatoria se le daría por segunda vez otra oportunidad al
PP.
En los dos casos, 2016 y ahora, el detonante de dicho desenlace es la negativa
de Podemos a votar la investidura de Pedro Sánchez, siempre hay a mano un
argumento al que agarrarse y una forma de legitimar lo decidido. Si en el
pasado fue que PSOE alcanzó un acuerdo con Ciudadanos y esto no era admisible
bajo ningún concepto, en el presente, que no hay acuerdo con Ciudadanos, el
problema está en que no se acepta entregar la vicepresidencia al Sr. Iglesias.
Entonces como ahora un referéndum entre los adscritos, con una pregunta
cocinada al efecto que solo permite en la práctica dar la razón al convocante
de la misma, resolvió que la equivocación no es del equipo dirigente sino de
todos los adscritos y las equivocaciones de todos como todo el mundo sabe no son tales.
Nadie duda que en el 2016 las cuentas de Podemos, para una
repetición electoral, pasaban por agregar el millón de votos de IU, que había
ido a las elecciones en solitario y conseguir sorpassar al PSOE, la realidad fue que Podemos y IU no solo no
sumaron sino que perdieron un millón de votos. En esta ocasión una repetición
electoral no augura, a tenor de las encuestas, ninguna posibilidad de mejora en
las expectativas electorales de Podemos, bien al contrario, el resultado de las
municipales y autonómicas presagian una caída importante.
Entonces, como se explica el empeño de Podemos, de IU
sabemos poco, en hacer imposible la investidura de Pedro Sánchez si no es a
cambio de la vicepresidencia del gobierno para el Sr. Iglesias. Pues
exclusivamente en el interés de Pablo Iglesias y su reducido equipo en
mantenerse a flote, tapar los malos resultados de las generales y peores de las
autonómicas y municipales, sólo un éxito de esta naturaleza permitiría dejar a
un lado lo ocurrido y centrarse en hacer la oposición al gobierno desde dentro.
Pero desde la cultura clásica de la izquierda alternativa,
cabían sin duda muchas posibilidades, a saber, un acuerdo de investidura
asentado en tres o cuatro compromisos muy concretos, un acuerdo de legislatura
con los elementos comunes de ambos programas y en el peor de los casos, sino
fuera posible se podría votar la investidura de Pedro Sánchez y pasar a la
oposición. Siempre será mejor hacer la oposición al PSOE que hacérsela al PP si
este termina haciéndose con el gobierno.
De haber alcanzado un acuerdo programático de legislatura,
sería después cuando correspondería negociar y consensuar el lugar que podría
jugar Podemos en el gobierno, pero no antes y menos adelantando que el papel
que se pretendía asumir no era otro que el de “garante de lo pactado”, esto es,
vigilante del gobierno. ¿Alguien se cree que un Presidente del Gobierno que
tiene como potestad nombrar los ministros, cesarlos y sustituirlos, puede
nombrar a unos ministros para que le vigilen y a un vicepresidente para hacer
la oposición en el propio Consejo de Ministros?
Tanto en el 2016 como ahora nos encontramos con una
izquierda populista que no es capaz de medir sus propias posibilidades, que
malgasta su capacidad de influencia y que sin pretenderlo perjudica enormemente
a quienes dice querer representar, esto es, a los más desfavorecidos.
Si la ruptura de las conversaciones entre PSOE y Podemos se
hubiera producido en torno a la derogación de la Reforma Laboral, la Ley Mordaza
o la revalorización de las pensiones, podríamos no compartir el voto negativo a
la investidura, pero al menos entenderíamos que es consecuencia de algo
fundamental en la vida de las gentes, pero lo que se hace imposible de aceptar
es esta supeditación de los intereses de los trabajadores a los de un partido
que hoy mira exclusivamente para sí mismo.
Por otra parte, el PSOE tampoco está jugando con claridad en
este proceso, todos los votos de todos los diputados valen exactamente lo mismo
y no se puede pedir el voto de las derechas para no necesitar los votos de
terceros. Por los mismos motivos que Pedro Sánchez negó la investidura de
Mariano Rajoy, hoy tiene poca legitimidad para pedir los votos del PP, tampoco
ha situado importantes compromisos públicos para reclamar el voto de las
izquierdas, es evidente que al PSOE la faltan tablas en esto de pactar, pero en
ningún caso sus errores justifican los errores de los demás.
Con esta situación no hay que ser un lince para advertir que
la izquierda esta desmovilizada y aunque el PSOE pudiera subir en una
repetición de elecciones, de difícil manera compensaría las pérdidas de Podemos,
con lo que las posibilidades de las tres derechas aumentan significativamente.
Es por todo ello, no se le puede ni se le debe dar otra
oportunidad al PP.
Andrés Hidalgo
No hay comentarios:
Publicar un comentario